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Anoche nos sentíamos muy felices, disfrutando en nuestro Municipio de San Lorenzo de Tamaraceite, de la recuperación de una de nuestras tradiciones culturales como es la Noche de los Finaos. Nuestra gente y todas las personas que vinieron de otros lugares nos sentimos felices por disfrutar de una noche mágica que respetó, con un maravilloso tiempo atmosférico, nuestra diversión, nuestro encuentro, nuestras degustaciones, conversaciones, música y como no podía faltar los abrazos y besos a nuestras amistades.

Disfrutábamos de la tranquilidad típica del lugar de San Lorenzo, de sus calles tranquilas y acogedoras, de esa Plaza que abraza a nuestra Historia diferenciada pero siempre acogedora con los visitantes. La quietud y el comportamiento eran exquisitos y la gente degustaba los productos que la Asociación de vecinos del Lugarejo, así llamado este lugar hasta los años en que se construyó la Ermita, en concreto se inauguró en el año 1645. Aquella futura iglesia y también la Plaza, donde celebramos el evento de los Finaos la pasada noche, fue fruto de la generosidad del vecindario, de aquel siglo XVII, que contribuyó con su trabajo y con sus aportaciones a que se convirtiera una realidad necesaria desde el punto de vista social y religioso. He de volver a mencionar a la Asociación de Vecinos del Lugarejo y a sus responsables, que todos bajo la mano generosas de su presidenta, se brindaron a que los seres humanos que estábamos en aquella plaza nos sintiéramos a gusto y como en casa. Nos ofrecieron gofio con aceite y azúcar, hecho a fuego lento y con un gusto exquisito, unos cien kilos de castañas que se asaban in situ y una delicia gastronómica nuestra, de nuestro PUEBLO, como son los deliciosos garañones, hechos con una receta cuasi ancestral. Todo se acompañaba de licores diversos que se buscaron con el trabajo de seres humanos generosos. Todo lo costeaba la Asociación de Vecinos del Lugarejo, de su propio bolsillo y sin ayudas de la Concejalía, que de forma ilegal y despótica ocupa nuestro TERRITORIO, con su (des)gobierno y siempre mirando por los intereses del municipio que nos ocupa desde el uno de enero del año 1940.

Sin las asociaciones de memoria histórica y sin el trabajo paralelo de historiadores, investigadores e interesados en general hoy desconoceríamos nuestro pasado más reciente. Sin el trabajo, importante, consciente y callado de las personas que conforman esas asociaciones y trabajan diariamente por la recuperación de esa parte de la intrahistoria de las islas, ésta se hubiera perdido para siempre con la desaparición de quienes vivieron en aquellos duros años.

Y es preciso reivindicar, de vez en cuando, ese trabajo. Citemos un caso en concreto. Como secretaria de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y del Municipio de San Lorenzo el pasado 14 de agosto de 2013, tuve el honor de investir como Cronista oficial del Municipio de San Lorenzo al Dr. en Historia D. Juan Francisco Santana Domínguez.

Con este acto la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y del Municipio de San Lorenzo pretendió dar a conocer, una vez más, la historia de nuestro municipio, dignificar la memoria de aquellos que lo defendieron y que pagaron con su vida, y finalmente distinguir a D. Juan Fco. Santana Domínguez como Cronista oficial del Municipio de San Lorenzo por su larga trayectoria de investigación y compromiso social.

Hoy quiero escribir sobre la militancia y, en primer lugar, debemos acudir al diccionario para poder leer lo que al respecto se nos dice sobre ella: “Pertenencia de una persona a un partido político u organización política, sindical o social”, también podemos leer que se trata de: “Actitud y actividad de la persona que defiende activamente una idea u opinión”. Una vez hemos podido leer sobre lo que significa militancia podemos posicionarnos en dónde nos ubicamos, en la primera o en la segunda acepción, y, a nivel personal, decirles que siempre he hecho de la segunda acepción mi definición, con la que me siento totalmente identificado.

Recuerdo aquellos años que con orgullo manifestaba, y en el fondo sigo considerándome así, que era un ácrata convencido, un anarquista que tenía su propio punto de vista, su propio mundo onírico e ideal. Me explico. Siempre pensé, y en este sentido intento comprender y respetar cualquier opción al respecto, que ser ácrata era, a  nivel social, un imposible, una maravillosa utopía, y a ello me llevó, entre otras razones, mis aficiones, mis estudios y mis lecturas. Yo seguía y, repito, que aún lo sigo siendo en cierta medida en mi fuero más interno un anarquista de corazón, en mis sueños, en mis conversaciones conmigo mismo, en aquellas jóvenes venas, en los caminos que quise recorrer, en mi interior luchaba aquel ideal ácrata pero comprendía que a nivel social no se podía poner en práctica de forma clara y manifiesta, aunque ejemplos al respecto ha habido. Siempre me quedé con aquel joven anarquista, pacífico y soñador, y aún hoy en día siento que vamos muy juntos de la mano.

Ser historiador no es estudiar historia sino hacer historia y esta ciencia conlleva una serie de pasos. Uno de ellos, el más importante, es estudiar los documentos originales, escritos en muchos casos de manera que es difícil entender lo que se escribe en ellos y para descifrarlo debemos estudiar Paleografía. Escribir sobre historia no es un ejercicio de entrevistar a seres humanos, que también, o dedicarse a hacer una recopilación de fotografías y acompañarla de un pie de foto, cuando se hace, y comentarla. Eso no es historia, más bien sería un trabajo etnográfico siempre que se acompañe de una buena redacción y de una bibliografía adecuada, además de citar las fuentes en las que se fundamenta. El trabajo histórico es pasar miles de horas ante documentos que hay que verse, que hay que analizar, contrastar, que hay que reflexionar sobre ellos y no es simplemente transcribir un documento. Este tipo de trabajo es agotador y se puede decir, vulgarmente, que te quemas la vista. Debes visitar archivos públicos y privados, eclesiásticos y civiles, hemerotecas, bibliotecas y trabajar en ellos muchas horas, muchos días, muchos años. Eso es la historia y las colecciones de estampas, las fotografías o las postales son auxiliares de la historia, pueden ser complementos que ayuden a comprender el hecho de forma visual. Por otra parte también hay que decir que la novela, la poesía o el teatro son otras actividades intelectuales que no tienen que ver con la ciencia en cuestión, acaso podrían aportar algunos aspectos a la historia y/o a la etnografía. En la novela o el teatro, por poner unos ejemplos, el que lo escribe es el que decide el comienzo y el final. El historiador, en cambio, está al servicio de la verdad, de la honestidad, del compromiso social. Debe dar cuenta de lo que escribe y uno de los testigos más severos es la propia historia, que reflejará el nivel de compromiso, de la veracidad de lo que se escribe, de contrastar lo estudiado…es, en suma, un ejercicio de verdad y un compromiso con la Memoria Histórica. Sin memoria no hay historia y aquellos que se empeñan en acallarla no son historiadores, son inquisidores. ¿qué sucede

No hace falta vivir en un pueblo para hacer una historia de ese pueblo, simplemente se estudian los documentos y si se quiere se añade las opiniones de los vecinos, pero siempre acompañadas de la del estudioso. Si se valora lo de ser vecino también se debe valorar otras variables, tan importantes como aquella otra. El apoyo institucional para una publicación debe ser dado a todas y todos por igual, teniendo en cuenta los méritos de cada uno, y no basándose en la amistad o en las ideas afines a los que gobiernan. Los libros históricos sobre la zona, con carácter científico, son varios los que se han publicado y también se han publicado otros que no tienen esas características.

¿Por qué, en general la gente desconoce todo lo relacionado con el Municipio de San Lorenzo de Tamaraceite? Esta pregunta se la habrán hecho muchos de nuestros lectores y también yo, al comienzo me la hacía. Parecía que todo lo relacionado con nuestro Municipio era tabú, era algo que no se podía preguntar o bien se tenía terror de contestar a cualquier cuestión al respecto. El desconocimiento era total, salvo las familias que habían padecido sufrimiento, muertes, persecución o aquellos que ya habían cumplido muchos años. Lo cierto es que yo preguntaba y no encontraba respuestas. Toda pregunta al respecto se contestaba con evasivas, o con manifestaciones como “no es un tema del que me apetezca hablar o recordar”, escuchaba con frecuencia o el clásico “eso no se pregunta”.

Hace unos veinticinco años yo me preguntaba el porqué de aquellos secretos y, poco a poco, fui averiguando alguna que otra cosa. Sí que sabía que San Lorenzo había sido un municipio, me supongo porque lo había oído en casa pero ahí quedaba la cosa. Decidí, no recuerdo cuántos años tenía, que cuando fuera mayor me dedicaría a ello y la decisión de trabajar mi Tesis Doctoral, sobre nuestro Municipio, no fue fácil porque se creía que no era material de tesis la historia de un pueblo, hubo alguna eminencia que me dijo que me olvidara hacer un trabajo sobre un pueblucho porque no era de interés para nadie pero me resistí y decidí hacer nuestra historia y fui conociendo datos y conociendo a personas, muchas ya desaparecidas, que me abrieron sus corazones, con miedos, cautelas y pedimentos para que sus nombres no aparecieran. Aquellas personas seguían con el miedo enquistado en sus mentes y cuerpos y les aterrorizaba hablar de tiempos pasados, sin comprender que lo único que lograban era hacer el juego a aquellos que les habían metido el miedo en el cuerpo y les habían hecho enfermar.